Tuesday, October 20, 2009

Inicios con marcela

Mi vida enterrada en este cuarto empezó un 25 de Diciembre cuando por una casualidad prominente crucé algunas palabras con Marcela Murillo. El día anterior, en vísperas de la mayor fiesta del año, entre sollozos y gemidos, le imploré a mi madre que me dejara solo esa noche. Como era de esperarse ella no escuchó, ni entendió mi tormento y con súplicas me hizo desistir de mi vana locura llevándome a donde no quería ir. Y la cuestión no era que me desagradara ver a mis abuelos y al resto de la familia. Simplemente mi terrible estado lo imposibilitaba de corazón lo que causaría tal vez una afrenta o una decepción para con los que apreciaba, y aquello me causaba miedo.

Marcela era una de esas personas tan mimetizadas con el medio que al comienzo de nuestros encuentros yo no le hayaba mayor gracia salvo por sus imprevistos arranques metafísicos. En realidad no le paraba muchas bolas a esos ataques repentinos creyendo que se debía solo a una especie de recurso para agradarme. Fue una desproporción calcular eso pues cuando ciertamente la conocí fue tan vasto su ser que empecé a sentirme miserable al lado de todo lo que ella hacía y deshacía.

A los pocos días de conocerla realmente, los escritos en hojas pequeñas y ruines aparecieron en todos los lugares de mi pieza de 3 X 4 metros, amontonándose en pilas que olvidaba ordenar y leer. Mi madre, que entraba a veces,solo criticaba esa montonera y en varias ocasiones estuvo a punto de botarlos mientras yo iba al baño o salía a reencarnar mi soledad por las calles de la candelaria, pero cuando yo llegaba sorpresivamente, me miraba de manera pausada y con un ademán de desprecio me indicaba el basurero y sus ganas de limpiarlo.

De esa manera y ante tal amenaza, decidí huir hacia el campo. El cuarto de 4x4 revivía en cada espacio, metamorfeándose a gusto de mis disgustos y a la vez añadiendo más cachivaches que seguían amontonándose en el suelo, en la cama, en las paredes, en el techo, en la puerta, encima y debajo de mis pies.

escuchando Leo Marini - en la palma de la mano

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