Hoy fue un día muy soleado, algo caluroso y con mucho viento por todos lados. La tranquilidad de viajar en transmilenio a las 3 de la tarde es una experiencia que pocos tienen. Casi todos, tal como yo lo estaba hace un poco más de un mes, están mirando el sol por una ventana y sometidos al clima artificial del aire acondicionado.
La UNAL estaba hermosa, como casi siempre, como un oasis en medio de la isla urbana, con sus prados resplandecientes que servían como camas improvisadas a cientos de estudiantes o simples visitantes, como yo. Los árboles, envidia de sus hermanos de la calle, se mecían por los constantes soplidos del viento, que sin embargo no obligaban a nadie a envolverse en sus chaquetas o sacos, sus ramas se apreciaban desde la perspectiva del piso, confundiéndose a veces con el azul verdaceo que dibuja el cielo límpido. Una experiencia escaza, que tal vez no muchos extrañen o intercambien por su solida posición empresarial.
La facultad de humanidades estaba igual que como estaba la última vez que la había visitado a esa hora, guitarras, cigarrillos, personas despreocupadas de intereses adultos, libros entre la hierba, fotocopias regadas por el prado, un contraste con una estación de transmilenio a la hora pico y hasta tal vez con los cuadros similares de las univiersidades privadas. Es otra gente, otros gustos, otras ideas, tal vez demasiado poéticas para la realidad dura y madura que nos toca enfrentar tarde o temprano, realidad que algunos intentamos evadir de ciertas maneras.
Volví a pensar en la posiblidad que todos los días ronda en mi cabeza, obviamente en ese clima y ambiente tan peculiar los miedos que me detienen pasan a ser solo pequeñas e inofensivas lombricillas de tierras, tan diferentes a las serpientes tipo anaconda que en otras circunstancias siento que envuelven todo mi ser, ahorgando ilusiones, sueños y hasta mi propia vida. Si solo pudiera mantenerlas del tamaño de gusanos de seda, todo sería un poco más sencillo.
nota: Apoyo moral (en todo el mundo hay seres así, un tanto rebeldes :P)
http://www.eliceo.com/consejos/estudiar-literatura.html
http://sensaciones-alacant.blogspot.com/2009/09/estudiar-literatura-como-y-para-que.html
escuchando Sex I'm a by Lovage (es de lo más sensual que puede haber)
Tuesday, September 29, 2009
Monday, September 28, 2009
De esos momento escasos cuando existe la ilusión p. 2
"¿Será que llegué muy tarde?, ay ahora si necesito un reloj, o, ¿será que la cita no era aquí?, no recuerdo si al final cambiamos de sitio, o, ¿se iría con su novio?. Si, es muy posible, en realidad cualquier persona lo haría, por eso él es quien es para ella". Podría pensar cualquier cosa que le hiciera desistir de seguir allí, hasta la más terrible, que era que ella lo dejara plantado. Cada vez que por su mente se deslizaba esta última alternativa recordaba aquel cuento ... y su protagonista: un árbol PLANTADO en la mitad de una isla solitaria. Tal como lo imaginaba era tal como él se veía en ese momento y aquello lo mortificaba tenazmente. Pero por más terrible presagio que surgiera de su paranoia,no pensaba como un hecho real y posible moverse de la esquina que formaba la calle 53 con carrera 25, o por lo menos no lo haría en unas cuantas horas (ni siquiera sabía esas horas que cantidad perfilaban).
Decidió en un momento determinado, ante la incertidumbre de que hora marcaba el destino, preguntar la hora al algún transeúnte que pasará por allí. Lo hizo en tres ocasiones y en tres ocasiones le negaron el pedido, con la excusa común de no tener reloj. Sin embargo él los seguía observando cuando marchaban y se daba cuenta que más adelante sacaban sus celulares pasándolos a sus orejas orgullosamente. Reprendía a su espíritu noble y se juraba no hacerlo de nuevo. Pero si las leyes divinas fueran consecuentes con sus actos, Juan hubiera sido condenado a mil años de tortura pues al cabo de unos minutos y con torpeza visible volvía a preguntar lo mismo a otra persona recibiendo la misma negativa de siempre. Por fin recibió respuesta de una señora muy bien vestida y comprobó que ya había esperado más demedia hora. Se volvió a recostar en la pared y empezó a jugar con un papelito que sacó del bolsillo. De repente y con una mirada entre turbada y apagada avistó a M. El esplendor más enceguecedor renovó sus esperanzas marchitas que desprendía el perfume del paisaje de su vestido, la humedad de sus ojos pardos, el movimiento ondulante de su cabello dorado, su andar pausado y altivo. Pero predestinados sus encuentros, la frialdad llegó con peso singular, con esa peso atípico pero cierto, etéreo pero vivo, como fantasmas de un pasado remoto que llegan cada noche a hacer notar su maldita presencia. M. llegaba solo con un objetivo, algo que Juan aún no sabía ni se imaginaba pero que empezaba a hacer estragos con ese primer encuentro de miradas. M., M., no debería nunca haberla vista desnuda, ahora su dignidad se encontraba empeñada y lo peor es que no tenía nada para sacarla de ese sucio lugar de la humillación. Solo le quedaba soportar otro desplante.
Este es un escrito relativamente antiguo, data de hace 4 años más o menos. Leyéndolo ahora tiene varias cosas que no me gustan, que no son narradas muy bien, o tal vez ni poco bien, sin embargo decidí dejarlo tal cual, como un ejercicio de estilo.
Decidió en un momento determinado, ante la incertidumbre de que hora marcaba el destino, preguntar la hora al algún transeúnte que pasará por allí. Lo hizo en tres ocasiones y en tres ocasiones le negaron el pedido, con la excusa común de no tener reloj. Sin embargo él los seguía observando cuando marchaban y se daba cuenta que más adelante sacaban sus celulares pasándolos a sus orejas orgullosamente. Reprendía a su espíritu noble y se juraba no hacerlo de nuevo. Pero si las leyes divinas fueran consecuentes con sus actos, Juan hubiera sido condenado a mil años de tortura pues al cabo de unos minutos y con torpeza visible volvía a preguntar lo mismo a otra persona recibiendo la misma negativa de siempre. Por fin recibió respuesta de una señora muy bien vestida y comprobó que ya había esperado más demedia hora. Se volvió a recostar en la pared y empezó a jugar con un papelito que sacó del bolsillo. De repente y con una mirada entre turbada y apagada avistó a M. El esplendor más enceguecedor renovó sus esperanzas marchitas que desprendía el perfume del paisaje de su vestido, la humedad de sus ojos pardos, el movimiento ondulante de su cabello dorado, su andar pausado y altivo. Pero predestinados sus encuentros, la frialdad llegó con peso singular, con esa peso atípico pero cierto, etéreo pero vivo, como fantasmas de un pasado remoto que llegan cada noche a hacer notar su maldita presencia. M. llegaba solo con un objetivo, algo que Juan aún no sabía ni se imaginaba pero que empezaba a hacer estragos con ese primer encuentro de miradas. M., M., no debería nunca haberla vista desnuda, ahora su dignidad se encontraba empeñada y lo peor es que no tenía nada para sacarla de ese sucio lugar de la humillación. Solo le quedaba soportar otro desplante.
Este es un escrito relativamente antiguo, data de hace 4 años más o menos. Leyéndolo ahora tiene varias cosas que no me gustan, que no son narradas muy bien, o tal vez ni poco bien, sin embargo decidí dejarlo tal cual, como un ejercicio de estilo.
Friday, September 18, 2009
Thursday, September 17, 2009
Flechas invisibles
El general al mando había dispuesto tres hileras de treinta soldados, cada una sobre uno de los bastiones de las murallas de piedra maciza y adoquín que encerraba la primera fortaleza del cinturón de siete que protegían el acceso a las tierras del este del bosque. Preparados todos como punta de lanza contra cualquier de los ataques que se preveían desde hacía meses, esperaban ansiosos la cabalgadura de los tres exploradores que hacía unas horas habían salido en busca de noticias frescas con respecto al avance enemigo. Pero los minutos pasaban y el aire frío amainaba el espíritu guerrero de los hombres que sin embargo seguían plantados en tierra como árboles cuyas raíces excavan a grandes profundidades sus deseo de seguir en pie, de conservar su sabia verde,su sangre incólume.
Al poco rato el general dispuso otros 9 jinetes, en grupos de tres, por cada uno de los tres frentes que podrían abrirse frente a la fortaleza. Gabriel, hermano de sangre en toda esta lucha, que por años se había inclinado como mi amante y amigo, y que guardaba en su corazón solo nuestros bellos recuerdos y momentos, hacía parte de uno de los grupos. Lo ví partir con su fuerte armadura, pues esta vez el General no iba a arrojarlos contra la boca de una emboscada, los prefería pesados a ágiles, resistentes a débiles pero invisibles, blancos fáciles pero a la vez revestidos de piezas tan finas y poderosas que podrían verse como castillos andantes, casi como los ángeles que otrora bajaban al mismísimo averno para arrinconar y aniquilar las legiones de demonios que atormentaban y pisoteaban todo a su paso.
Las horas siguieron, el presentimiento de hizo realidad, pues ni Gabriel, ni ninguno de los jinetes de los tres grupos regresaron, ni con buenas ni con malas noticias. El general se mostraba nervioso, los soldados sudaban frío dentro de sus armaduras, las piernas ya no estaban tan rígidas como antes, estaban cediendo ante el cansancio y el miedo, los arcos y las aljabas reposaban en los pies de cada uno y solamente los capitanes aún conservaban parte del aplomo del minuto inicial.
De un momento a otro un aire pestilente empezó a brotar de las dunas cercanas, aun cuando no debían ser más de las tres de la tarde, el cielo se oscurecía de manera terrible, como si la luna se interpusiera al sol. Nadie hablaba ni murmuraba nada, nadie se atrevía a moverse de su puesto, ni a mover sus brazos, ni a tapar su boca y nariz para evitar el olor nauseabundo. Jeremías, nuestro líder, subió hacia la saliente más lejana de las murallas por una estrecha escalera que unía dos de los bastiones llamado por el general. Mientras subía lentamente su capucha se hacía cada vez más pequeña, era un gran guerrero, pero también un hombre justo y espiritual. Lo consideraba mi padre, de él aprendí todo lo que la orden imponía y hasta ocultaba, las artes de la guerra, de la espada, de las letras, de la poesía, de la justicia, de la entereza y del honor, fueron sus enseñanzas diarias las que quedaron plantadas en lo más profundo de mi pensamiento. Pero de repente escuché un silbido agudo, tan rápido como un águila cuando en busca de presa se lanza en picada desde los picos de las montañas. La capucha de Jeremías no desapareció poco a poco como antes lo estaba haciendo, se desplomó del todo como la caída inminente de una muralla ante los golpes fulminates del ariete. Poco a poco los silbidos fueron más y más,el silencio decayó y el caos y la confusión empezaron a dominar el espectáculo. El olor podrido se intensificó y los hombres con sus ojos desesperados inyectados de sangre, solo corrían como locos, rompiendo las filas antes perfectamente ordenadas, entre sangre y vómito regados por doquier por todo el suelo de las murallas. Nuestra orden, que estaba en la mitad, entre la retaguardia y la vanguardia, y cuyos hombres pertenecíamos a la élite de las tropas, observaba, sin mover un pie, con la sola dinámica de nuestras órbitas oculares, bajo el juramento sublime de inmolividad y pasividad que habíamos pactado en nuestro nacimiento y que nos ataba a la perfección donde se decía que "la vanguardia de Oro será la entrada a toda batalla, de su capitán, en cuyo responsabilidad se encomienda el ingreso prudente del batallón sagrado de la Luz, se escuchará la orden explícita para arremeter con nuestra divinidad sobre las fuerzas oscuras enemigas de todo orden y razón". El capitán de la vanguardia había sido uno de los primeros en caer, seguido por cada una de sus hombres, como piezas de dominó armados uno tras otro.
A los pocos minutos el general, volvía hacia nosotros. Las flechas y la podredumbre cesaron, como una tormenta que con fuerza arrecia por un corto tiempo antes de dar paso a una sequía y hasta a una salida evidente del sol. Pero aquí no se presagiaba arcoiris y paz, los ojos invisibles aún nos miraban con recelo, con odio, no se sabía si desde el este, el oeste, el norte o acaso el sur. Quinientos hombres aniquilados y la noche aún no caía sobre nosotros. Otra señal, pues a lo sumo, durante mi corta vida que llevaba, la élite nunca había entrado a la batalla, ningún ejercito por más fuerte que fuera había traspasado las fronteras de la Vanguardia de Oro, caballeros que con sus fulgurantes armaduras se creían una fuerza casi invencible,que ahora recostados nos miraban tal vez con impotencia y miedo de ver caer lo que habían levantado por siglosen una tierra que ahora se inclinaba a un costado, un costado anárquico y hasta más oscuro que de lo que alguna vez había sido.
Al poco rato el general dispuso otros 9 jinetes, en grupos de tres, por cada uno de los tres frentes que podrían abrirse frente a la fortaleza. Gabriel, hermano de sangre en toda esta lucha, que por años se había inclinado como mi amante y amigo, y que guardaba en su corazón solo nuestros bellos recuerdos y momentos, hacía parte de uno de los grupos. Lo ví partir con su fuerte armadura, pues esta vez el General no iba a arrojarlos contra la boca de una emboscada, los prefería pesados a ágiles, resistentes a débiles pero invisibles, blancos fáciles pero a la vez revestidos de piezas tan finas y poderosas que podrían verse como castillos andantes, casi como los ángeles que otrora bajaban al mismísimo averno para arrinconar y aniquilar las legiones de demonios que atormentaban y pisoteaban todo a su paso.
Las horas siguieron, el presentimiento de hizo realidad, pues ni Gabriel, ni ninguno de los jinetes de los tres grupos regresaron, ni con buenas ni con malas noticias. El general se mostraba nervioso, los soldados sudaban frío dentro de sus armaduras, las piernas ya no estaban tan rígidas como antes, estaban cediendo ante el cansancio y el miedo, los arcos y las aljabas reposaban en los pies de cada uno y solamente los capitanes aún conservaban parte del aplomo del minuto inicial.
De un momento a otro un aire pestilente empezó a brotar de las dunas cercanas, aun cuando no debían ser más de las tres de la tarde, el cielo se oscurecía de manera terrible, como si la luna se interpusiera al sol. Nadie hablaba ni murmuraba nada, nadie se atrevía a moverse de su puesto, ni a mover sus brazos, ni a tapar su boca y nariz para evitar el olor nauseabundo. Jeremías, nuestro líder, subió hacia la saliente más lejana de las murallas por una estrecha escalera que unía dos de los bastiones llamado por el general. Mientras subía lentamente su capucha se hacía cada vez más pequeña, era un gran guerrero, pero también un hombre justo y espiritual. Lo consideraba mi padre, de él aprendí todo lo que la orden imponía y hasta ocultaba, las artes de la guerra, de la espada, de las letras, de la poesía, de la justicia, de la entereza y del honor, fueron sus enseñanzas diarias las que quedaron plantadas en lo más profundo de mi pensamiento. Pero de repente escuché un silbido agudo, tan rápido como un águila cuando en busca de presa se lanza en picada desde los picos de las montañas. La capucha de Jeremías no desapareció poco a poco como antes lo estaba haciendo, se desplomó del todo como la caída inminente de una muralla ante los golpes fulminates del ariete. Poco a poco los silbidos fueron más y más,el silencio decayó y el caos y la confusión empezaron a dominar el espectáculo. El olor podrido se intensificó y los hombres con sus ojos desesperados inyectados de sangre, solo corrían como locos, rompiendo las filas antes perfectamente ordenadas, entre sangre y vómito regados por doquier por todo el suelo de las murallas. Nuestra orden, que estaba en la mitad, entre la retaguardia y la vanguardia, y cuyos hombres pertenecíamos a la élite de las tropas, observaba, sin mover un pie, con la sola dinámica de nuestras órbitas oculares, bajo el juramento sublime de inmolividad y pasividad que habíamos pactado en nuestro nacimiento y que nos ataba a la perfección donde se decía que "la vanguardia de Oro será la entrada a toda batalla, de su capitán, en cuyo responsabilidad se encomienda el ingreso prudente del batallón sagrado de la Luz, se escuchará la orden explícita para arremeter con nuestra divinidad sobre las fuerzas oscuras enemigas de todo orden y razón". El capitán de la vanguardia había sido uno de los primeros en caer, seguido por cada una de sus hombres, como piezas de dominó armados uno tras otro.
A los pocos minutos el general, volvía hacia nosotros. Las flechas y la podredumbre cesaron, como una tormenta que con fuerza arrecia por un corto tiempo antes de dar paso a una sequía y hasta a una salida evidente del sol. Pero aquí no se presagiaba arcoiris y paz, los ojos invisibles aún nos miraban con recelo, con odio, no se sabía si desde el este, el oeste, el norte o acaso el sur. Quinientos hombres aniquilados y la noche aún no caía sobre nosotros. Otra señal, pues a lo sumo, durante mi corta vida que llevaba, la élite nunca había entrado a la batalla, ningún ejercito por más fuerte que fuera había traspasado las fronteras de la Vanguardia de Oro, caballeros que con sus fulgurantes armaduras se creían una fuerza casi invencible,que ahora recostados nos miraban tal vez con impotencia y miedo de ver caer lo que habían levantado por siglosen una tierra que ahora se inclinaba a un costado, un costado anárquico y hasta más oscuro que de lo que alguna vez había sido.
Thursday, September 10, 2009
De esos momentos escasos cuando existe la ilusión p. 1
Todo ese mes estuvo esperando ese momento. El tiempo para llegar allí pasó despacio, demasiado creía, y eso se hacía más difícil por el hecho de que no trabajaba en ninguna parte y se la pasaba meditando, caminando o simplemente vegetando. Su vida siempre había sido solitaria y ni siquiera el estar rodeado de personas durante muchos años había quitado la condición. Era aún joven y su madre le recalcaba que se tranquilizara, que nunca iba a ser así y que tuviera paciencia, que algún día iba a encontrar compañía. Sin embargo ella en lo más profundo del corazón sabía y sentía por ese sexto sentido del que las madres disponen que su hijo, Juan Miguel, estaba destinado tal como su abuelo paterno a emprender todo el camino en la más inmensa soledad.
Quizá era por eso que trataba de acompañarlo silenciosamente en sus largos días, casi más tiempo que el que le dedicaba cuando era un niño. Su rostro era algo hosco y se evidenciaba más por esos rasgos de tristeza humildad implícitos que ni siquiera desaparecían cuando pasaba por algunos momentos de efímera alegría. Era alto y desgarbado y su joroba se iba haciendo más prominente con el pasar de los años como si esa carga invisible se fuera haciendo más pesada paso a paso. Sus ademanes eran torpes, nunca había tenido algún dote especial, no normal siquiera para algún tipo de deporte. Alguna vez le habían mostrado un vídeo de un partido de fútbol donde el jugaba y sintió tanta pena cuando escuchaba las burlas de sus amigos que solo atinó a hacer una sonrisa tímida mientras el llanto se le quedaba clavado en el pecho.
Esa misma condición también lo había hecho un completo fracaso para el baile, situación que lo aisló aún más de la sociedad, sin saber porque todas las cosas estaban confabuladas para que estuviera solo. Quizá era algún tipo de misión especial o algo así. La ignorancia era la única cuestión que todavía le abrigaba una esperanza, pero a la vez un miedo inmenso. Era como cuando se iba al campo y se adentraba por caminos desconocidos que le producían un estremecimiento desde los pies hasta la cabeza sin embargo esa oscuridad lo obligaba a explorar más y más, perdiendo toda racionalidad, y únicamente dispuesto a sus sentidos que sensibilzaban al máximo.
Cuando fue medio día de ese jueves la ansiedad más terrible se apoderó de él. Era algo como lo que sentía de niño cuando esperaba a que fueran las 12 de la noche para destapar los anhelados regalos que colocaba su madre una semana antes en los pies del árbol de navidad. Llegó a la esquina del centro comercial y con el desconocimiento que le proveía el hecho de no haber tenido una cita con una mujer, se dispuso a caminar con pequeños pasos que dejaban una estela invisible sobre el andén de cemento. Para esa época ya se había acostumbrado a fumar y en ese momento quizo hacerlo pero cada vez que tomaba el cigarrillo en su mano un temblor lo invadía y le negaba la posibilidad siquiera de prenderlo. Al cabo de unos minutos terminó roto entre sus dedos, exánime, con sus entrañas esparcidas por toda la palma de la mano. Miraba a todos lados, miraba al piso, miraba sus miembros manchados de nicotina, volvía y miraba hacia todas las esquinas, hacia todas las caras que venían e iban, pero no hallaba la de M.C. y era entonces cuando empezaba a imaginar decenas de situaciones por las cuales ella no había llegado....
escuchando The Noose By A Perfect Circle
Quizá era por eso que trataba de acompañarlo silenciosamente en sus largos días, casi más tiempo que el que le dedicaba cuando era un niño. Su rostro era algo hosco y se evidenciaba más por esos rasgos de tristeza humildad implícitos que ni siquiera desaparecían cuando pasaba por algunos momentos de efímera alegría. Era alto y desgarbado y su joroba se iba haciendo más prominente con el pasar de los años como si esa carga invisible se fuera haciendo más pesada paso a paso. Sus ademanes eran torpes, nunca había tenido algún dote especial, no normal siquiera para algún tipo de deporte. Alguna vez le habían mostrado un vídeo de un partido de fútbol donde el jugaba y sintió tanta pena cuando escuchaba las burlas de sus amigos que solo atinó a hacer una sonrisa tímida mientras el llanto se le quedaba clavado en el pecho.
Esa misma condición también lo había hecho un completo fracaso para el baile, situación que lo aisló aún más de la sociedad, sin saber porque todas las cosas estaban confabuladas para que estuviera solo. Quizá era algún tipo de misión especial o algo así. La ignorancia era la única cuestión que todavía le abrigaba una esperanza, pero a la vez un miedo inmenso. Era como cuando se iba al campo y se adentraba por caminos desconocidos que le producían un estremecimiento desde los pies hasta la cabeza sin embargo esa oscuridad lo obligaba a explorar más y más, perdiendo toda racionalidad, y únicamente dispuesto a sus sentidos que sensibilzaban al máximo.
Cuando fue medio día de ese jueves la ansiedad más terrible se apoderó de él. Era algo como lo que sentía de niño cuando esperaba a que fueran las 12 de la noche para destapar los anhelados regalos que colocaba su madre una semana antes en los pies del árbol de navidad. Llegó a la esquina del centro comercial y con el desconocimiento que le proveía el hecho de no haber tenido una cita con una mujer, se dispuso a caminar con pequeños pasos que dejaban una estela invisible sobre el andén de cemento. Para esa época ya se había acostumbrado a fumar y en ese momento quizo hacerlo pero cada vez que tomaba el cigarrillo en su mano un temblor lo invadía y le negaba la posibilidad siquiera de prenderlo. Al cabo de unos minutos terminó roto entre sus dedos, exánime, con sus entrañas esparcidas por toda la palma de la mano. Miraba a todos lados, miraba al piso, miraba sus miembros manchados de nicotina, volvía y miraba hacia todas las esquinas, hacia todas las caras que venían e iban, pero no hallaba la de M.C. y era entonces cuando empezaba a imaginar decenas de situaciones por las cuales ella no había llegado....
escuchando The Noose By A Perfect Circle
Wednesday, September 02, 2009
Una bella postal
Una bella postal, en la penumbra del cuarto mayor de mi casa, mi madre al lado de mi hermana durmiendo tranquilamente y en medio de ellas, en la cabecera, Ch, como un rey dede su trono, y en los pies, Ve. dándose mutuo calor con Mu. mientras Od. enrollado descansa profundamente luego de sus horas de juego e indisciplina con Ch. Tu. duerme al lado, bajo la cama, en su camita que tiene su pequeña cobija verde, la que otrora era de mi hermana, mi hermana que ahora desconozco y con la que ahora compartimos más el silencio que cualquier otra cosa. Es una postal que quiero guardar dentro de mi recuerdo, así sea la única que me quede o que pueda llevar conmigo.
Escuchando Disappear By Dream Theater y How Disappear Completely by Radiohead.
Escuchando Disappear By Dream Theater y How Disappear Completely by Radiohead.
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