Friday, March 19, 2021

 III 


Hector B. siempre había sido una persona muy reservada, muy aislada, muy solitaria. Matías lo conoció en un café en el centro de la ciudad, por una casualidad extraña cuando asistían en ese lugar  a un conversatorio con un escritor que ya no recordaba quien era, solo recordaba que había sido una perdida de tiempo todo ese día salvo por el encuentro fortuito con Hector.  Ese día, en la barra del café,  Hector le pidió un poco de candela para prender un cigarrillo húmedo que tenía en su mano izquierda. Matías, un poco conmovido, un poco lleno de lástima, le ofreció un cigarrillo seco mientras sacaba una pequeña caja de fósforos que siempre llevaba en su pantalón. Hector, rehuyendo la mirada, tomó rápidamente el cigarrillo y en vez de llevarlo a sus labios para prenderlo con uno de los fósforos, lo guardó en un pequeño maletín que llevaba cruzado en su pecho e insistió con un gesto sutil para prender el cigarrillo mojado. Matías, ya sin pesar ni compasión le alargó el fósforo encendido y luego volvió un poco enojado por ese gesto tan antipático, a su mesa de siempre,  donde estaba con Angela T., Ximena D. y Felipe A.  Se quedó un rato meditabundo tratando de expiar a donde se había ido ese sujeto peculiar que por alguna razón le había llamado la atención, hasta cuando volviendo a la barra y ya sin pistas de Hector, sintió que alguien le rozaba el hombro y desde atrás, con una frase muy corta y puntual le decía,  "perdón si fui grosero, no acostumbro a recibir nada de nadie, mi nombre es Hector, gusto en conocerlo". Cuando volteó a mirar, en medio de un gentío terrible que se arremolinaba pidiendo una cerveza, un trago, un coctel, no halló rastro de ese sujeto,   solo un pequeño tufillo mezclado de cigarrillo barato y café de panadería. 

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