Saturday, May 21, 2005

al acabar crimen y castigo

Las lágrimas rebosaron el límite al ver a Raskolnikov de ese modo. Una emoción parecida al momento en el que una obra va naciendo con un murmullo apenas audible y que con el pasar de los compases va creciendo en el útero de la orquesta, un cresscendo monumental hecho por decenas de sensibilidades adheridas a las cuerdas, a las bocas de las formas metálicas o de madera. Cada ser minúsculo de mi mente, cada demonio, cada ángel, todos en comunión, alrededor de aquel gran banquete que un gran escritor plantó solo para mi. Muchas lágrimas y ahora que todo se ha vuelto un recuerdo apenas palpable, la reflexión y una especie de desazón se filtran entre los intercisios de mi alma. Por fortuna hago de aquellas obras una obsesión enfermiza y un país más en mi mundo de sueños a falta de uno real.

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