Thursday, January 21, 2010

Una cuota del préstamo I

Gabriel Gómez, desempleado, auxiliar contable, tímido, noble, humilde y trabajador. No tiene dotes de empresario, pero aún así es responsable con lo que hace. Tiene sueños y muchos contradiciendo a aquellos que dicen que los únicos que tienen sueños son los empresarios y los generadores de una idea o negocio. Es la falacia más grande que se puedan haber inventado los cazadores de "exitosos".

Enrique Martínez, vecino de Gabriel, en realidad vecino solo porque es dueño del apartamento que queda al lado del que Gabriel toma en arriendo con la señora Hernández. Ese apartamento, el de Enrique, es uno de los quince apartamentos que tiene en arriendo, aunque podría sumarse también en el que el vive, pues paradójicamente no es del él, dice que es mucho más rentable tomar en arriendo un apartamento que comprar uno, y que ojalá ese apartamento no sea en un sector tan costoso, algo como de estrato cinco, para que los servicios llegan económicos.

Gabriel está desempleado desde hace poco más de seis meses, trabajaba en la misma empresa en donde labora Enrique, no lo vio jamás allí pues él, desde las 7 de la mañana que llegaba a la ofcina hasta las 6 de la tarde que salía, vivía entre torres de papeles y facturas que debía mecanografiar en el teclado del computador. Ya era un experto haciendo aquello, tenía contabilizado cuanto demoraba pasando una factura formato 385, que eran el 90 por ciento de sus trabajo, y los recibos 418,521 y 568 que eran el otro 10 por ciento.

Enrique es un Gerente de Proyectos, tiene 35 años, es guapo, usa perfume Hug Boss en especial Element y Dark Blue, pero a veces le gusta bañarse con la Paco Rabanne Black XS . Sus zapatos son semipuntudos, última tendencia, traídos directamente de Italia, Roma. Vestido y corbata Luigi y mancornas Mont Blanc. Impecable, huele extremadamente bien, llama tanto la atención que alguna vez un cliente,mujer, dueña de una empresa de diseño, le propuso que hiciera parte de los modelos de la última colección que ella había lanzado. Se negó en esa ocasión, aduciendo timidez, cuando en realidad su egocentrismo lo obligaba a negarse, para que pareciera humilde, sencillo, estrategia ésta que había aprendido de Sofía. En la noche del día de la propuesta ya tenía a la diseñadora de piernas abiertas en el Hotel Ático de Usaquén.


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