Wednesday, November 02, 2005
Por las calles
Leer resulta interesante, y ante la imposibilidad de hablar, que mejor que intentar pensar leyendo estos garabatos. Y he aquí que estas frases describirán la sartada de trivialidades que hoy me han condenado a no escucharte y a no verte. Mañana oscura, húmeda, fértil para mis pulmones y así hojas y flores amarillas salían de mis cuencas. Como evitar decir que el hecho de que el carné se me quedara resultara una preocupación adversa al pensarte. O sea, dicho de otra forma y más anónimamente, esas neuronas llenas de materia gris y púrpura pasaran a ser parte del grupo inadecuado de fruslerías. Más no hubo temor, ni desazón, ni descorazonamiento. Solo fue olvidar y abocarse otra vez en cosas que si debo imaginar. Y caminar lento, de forma pausada y pidiendo permiso al cielo. Un paso; una imagen. Un tropiezo; un recuerdo. Calles que inundan tierra y que son inundadas a la vez por agua, agua de las nubes y de mi alma, torrente de besos, abrazos y palabras. Riachuelos de ojitos que desembocan en lagunas perpetuas, de donde sale Sol y se oculta Sol, cada hora o cada día, cada minuto de bocanadas frías. Me pasmó y recuerdo el dinosaurio que aplastaba un barrio y una casa naranja. Todos despavoridos y a salvo por segundos del pie gigante y sucio. Que corren tus dedos, sobre las teclas dispersas dibujando el reptil, trazando su acecho, con sus grandes patas y su fétido aliento, con sus largas garras, sus carnívoros instintos. ¡Clic! Se ha mandado a la carnicería y se ha comido a tantos, más besos también creados, los que de tus manos salieron, bajo el arrullo de la jungla, luna y cielo.
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