Pensaba en ocasiones que el mundo de estas personas algo parecidas a mi (en ese entonces muy parecidas) era mi salvación. Entre pensamientos disociales, meditaba acaso, que mi mente podría navegar sin miedo a naufragar. Con miradas astutas e idas del mundo de afuera, creí poder empatar, para sobrellevar las jornadas de una forma menos propensa a la materia carente de todo sentido. Si. Creí encontrar allí sentido entre todo lo que para mi no lo tiene. Pero ¡oh! sopresa, el muro concretamente social también estaba inmerso en ese mundo pseudo perfecto.
COmo escribía Sabato, ese gusano policerebreal, se arrastraba también el los alrededores e interiores de esa selva mutando horrendamente cada centímetro de una pureza que creé ingenuamente en mi cabeza. ¿Será acaso que sombras errantes y remotas pasearon por allí en algún momento dándome la sensación extraña que me motivaba a involucrarme con una de ellas (sombra)? o más bien, ¿el éxtasis y la drenalina que producían las guitarras y los bajos y la batería y la melodía y la voz y los gritos, cegaban mi razón?
Pensándolo bien es esa última hipótesis la que me movía a arrastrarme hacia los sótanos de algún tipo de perdición, para pudrirme y enloquecerme o quizá para elevarme sobre la ponzoñosa y creciente montaña de los demás. No gente. Allí tampoco. No ojos y voces horribles que desprendan la misma mirada y los mismos vocablos de maniquís creados por docenas. Si, es eso: Sociabilidad e interacción la que acaso me molesta voviéndome paranóico e irascible. Sencillez de la gente que por algún aire apestoso de civilización (¿habría civilización sin manadas de humanos?) se transmuta en la misma joda. O esperanza de compañía es lo que hace que eso pase, en contra de lo que ya somos por naturaleza. Y también, como no, amargura y desdicha mía, creciente en desmedida, lanzando dardos sin puntería, sobre un blanco que no existía ni existiría. Pero bueno la realidad es que en todo GRUPO SOCIAL (bien subrayado) existen los contrastes enemigos y no complementarios a los que tanto temo y odio, dando lugar a mi huída silenciosa, hipócrita y encarnizada a algún lugar que no es ningún lugar. Que depronto sea algún lugar virgen, inhabitado (por humanos desagradables) habitado por espíritus nobles que marcan los límites entre lo irracional (esa alternatividad no es más que una pantomima) y lo racional dentro de otros razonamientos. Matemáticos locos, escritores y poetas demoniacos, pintores solitarios y abúlicos, músicos (MÚSICOS) bellamente inalcanzables y extasiadamente retraídos. Siluetas perdidas, entre cápsulas mimetizadas por su egoismo justificado, bailando en atmósferas descarriadas.
Tristemente no soy una de ellas. Estoy en una línea limitante que me deprime lenta pero inexorablemente haciéndome olvidar de almas que por algún motivo sangrante buscan cosas inservibles y más bajas que mi auténtica depresión y que no puedo darles. El genio inherente, ni la disciplina apabullante desbordan mi corazón. Si acaso estoy en una cápsula, no es una cápsula fuerte e inviolable, pues desgraciadamente todavía se filtran por ósmosis o difusión fragmentos de normalidad éterea. La pasión desgarradora con la sensibilidad siempre herida son las que me arrastran hacia esas islas perdidas y solitarias. SOn las que inquebrantablemente me duermen los miembros llevándome a experimentar terrbles pesadillas que cierran el paso a cosas banales, tontas, obligadas, del lado ¿iluminado? de la tierra.
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