Monday, November 12, 2012
Sin dinero para viajar
No tenía dinero para viajar, así que compré un globo terraqueo, una guía de viajes y cientos de libros (en su mayoría usados) de todos los países en donde hubiese autores traducidos al español. Solo literatura, obviamente. Quizá tendría suerte con que algunos de ellos también hubieran visitado zonas del mundo sin autores propios o no tan conocidos para tener el privilegio de la traducción.
Sunday, October 28, 2012
Solo una cámara a color
Entré ese día a la oficina bancaria con bastante temor, mi espalda estaba empapada y mi frente mostraba gotitas diminutas de sudor, perlas transparentes que de vez en cuando se deslizaban por mis sienes. "tengo que hacerlo" me dije a mi mismo. Saqué una servilleta que tenía dentro del bolsillo de la camisa, lo pasé por mi frente y mis patillas esperando que brotara menos sudor. Estaba a 10 pasos de los asesores y a 15 de la directora. A mi lado derecho el único vigilante del local se adormecía recostado en la barra donde se firman los documentos. Tres cámaras dispuestas en cada uno de los costados del salón eran el único estorbo del que habría que deshacerse con sumo cuidado, viéndolas con más detalle se alcanzaba uno a percatar de que solo una de ellas era realmente moderna, las otras dos emitirían imágenes a blanco y negro y con una pobre resolución. Pero aún no había planeado como eliminarlas, ni tampoco como minimizar al vigilante y a las dos asesores y a su directora de turno. Creo que ni siquiera tendría que preocuparme de eso. Seguí caminando lentamente, sin colas era el primero de la fila, el cajero principal me invitó a seguir, "siga" dijo con voz mecánica, terminé de dar mis últimos 5 pasos, y antes de llegar al mostrador, con el pecho y la espalda totalmente humedos, la frente chorreando goterones de agua salada, y la manos totalmente entumecidas, emití un leve sonido y caí de bruces en el piso brillante de cerámica clara. Alcancé a escuchar como un grito seco salió de la boca del cajero y como el vigilante se acercaba rápidamente para soccorrerme. Mi trabajo ya estaba hecho, ahora seguía el turno de Esteban.
Sunday, August 12, 2012
El día que nos graduamos prometimos vernos en un par de años en la plazoleta donde habíamos estado durante todo ese último año. Y asi fue. Todos llegaron, diferentes eso si, algunos con el pelo más largo, otros con barba, otros con bebes en los brazos, otros llegaban en autos, algunos otros con personas que nunca había visto, otros con bastantes fotos y muchos otros con invitaciones recién impresas para sus grados o sus matrimonios, o los bautizos de sus hijos. Cuando se saludaron voltearon a mirar hacia donde yo estaba, pero solo fue algo pasajero, al cabo de un rato volvieron con sus historias y sus sonrisas y sus planes futuros; solo Carlos Arturo, que se veía un poco extraño entre todos ellos, preguntó si alguien me había vuelto a ver. No recibió ninguna respuesta. Luego él también se olvidó de eso y trató de seguir el hilo de una de las miles de conversaciones que giraban a mi alrededor.
Wednesday, May 16, 2012
Anacronismo
Nunca ha sido fácil ser yo, casi siempre he querido estar en otro sitio al que estoy. Hoy por ejemplo quise estar todo el tiempo en la plaza de bolívar, viendo la gente, escuchando las palomas, las campanitas de los carros de helado, las risas, los mensajes por megáfono de los que siempre han estado allí y siempre estarán, sintiendo el tenue calor del sol a la vez que el viento frío se va metiendo por los costados de la camisa. Estuve algunos minutos, en la tarde, cuando las personas ya no tienen tanto afán y los solitarios empiezan a deambular buscando lo que nunca hallarán; y también estuve en la mañana, momento en el que se ven menos niños y aún se alcanzan a oler los perfumes recién aplicados sobre cuellos y manos. En ambos momentos están los fotógrafos, las palomas y las llamas y también los caballitos de juguete que sirven de fondo en las instantáneas que ahora son digitales. Recordé automáticamente, viendo una mujer joven con vestimenta de oficina, cuando a esa hora iba tomado de la mano de mi madre y entrábamos al Tía, y veía tantos y tan variados dulces, y a veces me compraba unas frunas o a veces una colombina y hacia las 6 de la tarde o 7 de noche, cuando ya estaba todo oscuro, salíamos a la 10a y esperábamos ansiósamente bus o buseta en medio de todos los grandes a los cuales yo ni veía, solitarios como estaban todos mientras esperaban su medio de volver a casa. Me alegraba enórmente cuando aparecía la buseta en medio de todo ese ruido y miedo, porque me daba temor, por la oscuridad, y por tantas personas, y por los mendigos que pasaban por nuestro lado. Ahora no se si todos ellos estarán vivos, o si me recordarán, o si por la mente se les pasará esos instantes o si quizá sueñen volver a esa juventud arrebatada, pasajera, remota.
Vuelvo a la oficina, donde todos se me hacen desconocidos, donde cada cual tiene sus líos, sus alegrías, sus frustraciones. Los miro y noto como nadie se percata de que los miro. Se escuchan murmullos de conversaciones telefónicas, la impresora que casi siempre duerme, salvo en épocas de facturación, calla, la luz titilante de la alarma nocturna parpadea de vez en cuando, los monitores de los computadores se roban toda la atención, las paredes blancas reflejan la luz clara de los tubos halógenos, sin contrastes, sin gracia, el ventilador que nuca se prende se ve silencioso encima de una mesa. El reloj sigue caminando tan rápido como el tecleo de las cientos de digitaciones que se escuchan tenues. Toso, pero nadie me voltea a mirar, quizá podría hasta morir encima de esta mesa y solo el aroma atípico generaría ciertas sospechas. A. se levanta y con su fuerte tono de tono de voz me desconcentra y desconcentra a algunos otros que están muy cerca. Pero nada más, solo fue algo pasajero, vuelve a sentarse y se pierde entre el brillo de la pantalla.
Mi mente regresa a la plaza de bolívar, a las frunas, a la falda de mi mamá que era igual de la falda de la joven que vi hace un momento. No estoy tan seguro de que ahora sea mejor que antes, diferente como dicen por ahí, pero esa diferencia me causa cierta desazón de la que no vislumbro nada. Nada. Solo recuerdos.
Tuesday, January 31, 2012
Sentimientos Encontrados
El calor abrasador del verano de hemisferio norte aburría a Emile tanto como el frío meridional a Fredo. Los dos, impacientes, poco tolersables y nada inclinados a soportar los excesos y a estar conformes con las cosas tal como se las planteaba el mundo, planearon evadir las condiciones que dominaban sus hogares para las próximas vacaciones. Fredo ya estaba hasta los tuétanos con la nieve y la brisa helada que azotaba el pequeño barrio Piedras Blancas en Santiago de Chile, de igual manera Emile no aguantaba más los 38 grados a los que hervía París, por lo tanto la mejor idea era la de renovar su ropero por un par de meses buscando mermar la continua desazón de esa época del año. Seguramente esa sería por fin la cura que tanto anhelaban
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