Ese día pasó lo de casi siempre, y creo que por eso escribo esto, al no poder mostrar lo que mis ojos vieron. Un hombre delgado, calvo, viejo, pero todavía vigoroso, arrastraba su pesado cargamento, un carro de balineras lleno de cacharros, de chatarra, de lo que para nosotros es basura y para él un enorme tesoro. Iba con un perro peludo, negro con unas pocas manchas negras, cansado, quizá hambriento,con la cola agachada y el hocico seco, pero con la convicción que da la lealtad de seguir hacia donde no se sabe solo por el amor hacia su hombre, su amigo, tal vez el único, su salvador. Y sobresaliendo de manera surrealista de entre la masa de latas que iban dentro del pobre carro, una placa que decía vehementemente:
La ciudad es un sitio lleno de adversidades, para eso debes tener una Toyota Fortuner
Quedé perplejo ante esa imagen. El hombre seguía movimiendo su viejo carrito, sin hacer caso de lo que llevaba en su cargamento, mirando de soslayo a lado y lado cada vez que pasaba una avenida mirando si su único amigo lo seguía de cerca y no era atropellado paradójicamente por una Toyota Fortuner. Yo me quedé mirando desde un semáforo, callado, viendo esta ciudad que a veces amo pero que también odio.
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