Thursday, December 29, 2011

Toyota Fortuner

Era un fotógrafo que no parecía fotógrafo, olvidaba la cámara a menudo en mi casa o en mi oficina,  las pilas siempre estaban descargadas y el cargador refundido,  otra veces la memoria estaba llena y no tenía una de repuesto que me permitiera tomar una de esas imágenes que sabemos no volverán. Pero aún así, era un fotógrafo, tomaba miles de instantaneas con mi mirada,  la mujer que reposaba sobre su mula, el oficinista que corría apurado hacia su oficina, el comerciante que despreocupado miraba con gozo desde las puertas de su exitoso almacen, la mujer atareado con paquetes que sudaba a borbotones, el perro desgarbado que esperaba con resignación algún sobrado en la entrada de un restaurante. Amaba ver a la gente, pero también lo odiaba, y lloraba y otras veces el corazón se me salía de la emoción cuando una escena, un minicuadro de la realidad era toda la gratificación a un día lleno de problemas, de sufrimientos. 


Ese día pasó lo de casi siempre, y creo que por eso escribo esto, al no poder mostrar lo que mis ojos vieron. Un hombre delgado, calvo, viejo, pero todavía vigoroso, arrastraba su pesado cargamento, un carro de balineras lleno de cacharros, de chatarra, de lo que para nosotros es basura y para él un enorme tesoro. Iba con un perro peludo, negro con unas pocas manchas negras, cansado, quizá hambriento,con la cola agachada y el hocico seco, pero con la convicción que da la lealtad de seguir hacia donde no se sabe solo por el amor hacia su hombre, su amigo, tal vez el único, su salvador.   Y sobresaliendo de manera surrealista de entre la masa de latas que iban dentro del pobre carro, una placa que decía vehementemente:

La ciudad es un sitio lleno de adversidades, para eso debes tener una Toyota Fortuner

Quedé perplejo ante esa imagen. El hombre seguía movimiendo su viejo carrito, sin hacer caso de lo que llevaba en su cargamento, mirando de soslayo a lado y lado cada vez que pasaba una avenida mirando si su único amigo lo seguía de cerca y no era atropellado paradójicamente por una Toyota Fortuner. Yo me quedé mirando desde un semáforo, callado, viendo esta ciudad que a veces amo pero que también odio.

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