Wednesday, March 30, 2011

23-03-2011

Cuando intento escribir, me sucede algo similar a una batería que es cargada en la mañana y cuando se necesita realmente resulta estar ya descargada.

¿Cómo es esto?

Las calles, la gente, el transmilenio, el frío de la mañana, la leve llovizna, el olor de la hierba del parque que atravieso, el humo de los carros y buses que no cesa y que a esa hora se vuelve denso, los pensamientos acerca de Ale. todas esas cosas son como cuando se meten las baterías al cargador y este empieza a botar toda esa energía al par de pilas, ellas allí, pausadas, en silencio, ignoradas, recibiendo todo lo que el cargador puede darles.

Pero luego son extraidas del cargador, muy a su pesar, del medio cálido y regenerador para ser insertadas en un bolsillo del pantalón o en uno de la maleta, al lado de pedazos de metal o de monedas de valor irrisorio que poco a poco se encargan de robar, de manera sútil, toda la corriente, la savia, que momentos antes les sobraba, Triste, quedan vacías y luego cuando van a ser utilizadas, ya no hay nada, solo son dos cilindros huecos, basura metalica, contaminación en su más puro estado.

Así me pasa, una vez tengo toda la mente cargada, llena de ideas organizadas, de sensibilidad prometedora, de palabras que buscan desesperadamente ser escritas, cuando creo que estoy totalmente listo para escribir debo atravesar las puertas de mi sitio de trabajo y es allí cuando todo se acaba, un halo de quietud, de maligna subordinación y de densa rutina se apodera de mi espíritú, el aroma del café y de los páneles de las oficinas, el sonido de los teclados anónimos y los timbres de los teléfonos, las luces blancas artificiales que cuelgan de los techos falsos, las paredes blancas que solo inspiran rectitud, reglas, las corbatas todas iguales, las mujeres con sus mismos trajes, todo tan pesadamente igual. Me aniquila. Cuando ya llego a mi puesto y tomo asiento, las palabras se vuleven una masa amorfa de letras sin sentido, nada coherete ya se puede escribir, lo que antes había sido energía creativa pura, se convierte en un río seco y lleno de erosión. Toda el agua ha escapado a las alcantarillas de mi trabajo y en la noche no puedo volver a recuperar eso que en la mañana había brotado con tanta espontaneidad.

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