Cada día que pasa le tengo menos fe a este blog, ya no propone nada, no cambia nada, tampoco es leído y cuando un escrito no es leído es como si no existiera, como los libros que son solo utilizados como parte del ornamento de una casa.
Me estoy convenciendo que más que un escritor soy el personaje de una tragicomedia de un cuento urbano, de la crisis de la modernidad. Alguna vez mi amigo D. me lo dijo, hace ya varios años, que sería digno de una novela o de una narración, que sería un personaje sucio, puerco, el reflejo de esas cosas que casi todos hacen pero al mismo tiempo casi siempre esconden. Obvio, no soy tan interesante en el sentido de ser realmente único, soy supremamente vulgar, demasiado corriente, pero con unos momentos de extravagancia que combinada con mis ideas idiotas forman algo como un jekyll al 60% de su día y un Hyde el resto de tiempo. Claro, eso es de todos, las múltiples facetas, las caretas de diferentes colores, aromas y texturas, sin embargo algo especial, y que no quiere decir bueno, contamina mi vida.
El desorden de los últimos dos años me tiene un poco asustado, siento como si se estuviera cerrando el nudo alrededor de mi cuello, como si el cuento que protagonizo estuviera en su punto álgido, en la cima (o en le profundidades) de la entropía, el poco dinero que me entra se evapora fácilmente y ni una gota de ese vapor queda en mis bolsillos, odio los banco como siempre, ahora más que les debo cada centavo que me gano en un trabajo rutinario y algo aburrido, el licor tiende a acompañarme, junto a la mentira y un soledad maligna. Agreguémole ideas peligrosas sobre motines, revolución, atentados y demás, hordas de recuerdos recurrentes y fuertes que no se van, además de un fatalismo enorme que viene, creo, de una envidia y un resentimiento en crescendo....Espero sea esto una exageración pero creo que pronto sabré si lo es o si al contrario es una mínima aproximación de lo que sucederá.
Escuchando One de U2
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