Sin palabras...solo una extraña sensación de pasado, presente y futuro mezclado en una sola sustancia viscosa.
Wednesday, November 25, 2009
Friday, November 20, 2009
El viento a favor
Ojalá se cumpliera esto que dice Bunbury en esta canción, pues realmente estoy encallado, sin una pizca de voluntad, sin viento, sin un soplido cerca a mi oido, sin nada, como si cada órgano de mi cuerpo se hubiera quedado quieto, congelado. Y llevo varios años así, con proyectos repentinos, con euforias que no se concretan pues apenas iniciando ya estoy exhausto, sin ganas, con la mente desenfocada, con las baterías desgastadas, desconcentrado...que cosas tan mala, pues muchas de mis energías y de mi pequeña voluntad se han ido a desbarrancaderos profundos, de los que ya no vale la pena rescatarlos...
Saturday, November 14, 2009
Intento 3 ( I )
Vivo solo, a solo me refiero sin compañía humana, pues dos gatos comparten mi vivienda. Una pareja de gatos exactamente, Excalibur y Maria Antonieta. Sus edades son similares a las mías, en años humanos alrededor de 35. Vivo con ellos en una casa pequeña de una sola planta, esquinera, blanca en su fachada, un pequeño jardín que aún no muere y cortinas corredizas que realmente nunca se mueven de su sitio. No soy deforme, ni tampoco un monstruo, por lo menos a lo que se refiere físicamente siempre fui admirado por las mujeres, aproveché todos estos dotes con muchas de ellas, algunas las dejé embarazadas, otras no, algunas me querían, otras me amaban, casi ninguna me odiaba aunque lo dijeran a menudo.
***
- ¿Esteban Rodíguez me pregunta usted? -. Hace mucho no lo veo, tal vez unos cinco años, la última vez que lo visité en su casa blanca. Esa vez estaba alegre, pero no se confunda, no era una alegría como la suya o la mía, era una alegría diferente, similar a la neutralidad de todos, aunque no del todo así. Era extraña, ahora no se me ocurre una idea concreta para describírselo. Como le decía, estaba alegre, me ofreció galletas con café y charlamos un poco acerca de nuestros años universitarios, de las mujeres que se había llevado a la cama - que por cierto, fueron muchas -, de lo que estaba haciendo ahora, de sus ideas sobre ese tema que nunca he comprendido, de lo que yo estaba haciendo, que realmente no le llamaba mucho la atención y de otra cantidad de cosas que ahora no recuerdo muy bien. Pensé que seguiría viéndolo sguido, le dejé mi número de teléfono y prometió llamarme tan pronto tuviera un poco de tiempo. Después de 5 años no lo ha hecho.
- Yo lo ví hace menos tiempo que Gabriel, en su cumpleaños, él nunca lo recordaba, pero yo si que si, no lo olvidaba y ese año venía haciendo los preparativos desde hacía varios días. Caía un jueves, lo recuerdo bien, le marqué a su número temprano en la mañana y cuando ya pensé que no iba a contestar levantó el auricular sin gesticular ninguna palabra. "¿Esteban?", "Si, quién habla?", "Sofía, me recuerdas", se quedó de nuevo en silencio. "¿No me recuerdas osito?", "Claro que sí, no he olvidado nada, al contrario". Volvió el silencio, Esteban tenía una voz fría, había perdido ese calor tan natural que lo caracterizaba, con la que a veces me arrullaba mientras yo me dormía en sus brazos luego de hacer el amor. No sabía que decirle, ese tono tan gélido me dejó muda, entre triste y decepcionada. "Amor, sabes que nunca he olvidado tu cumpleaños y quiero pasar este día contigo, para celebrarlo, te compré una torta y una sorpresita que se que te gustará", "Yo tampoco he olvidado que nunca lo olvidabas", "Crees que pueda pasar antes del almuerzo, podemos pedir algo a domicilio o si prefieres yo llevo algo, ¿que te parece? rico, ¿cierto?". Extrañaba al Esteban de antes, aquel hombre alegre, dinámico, coqueto, simpático, el que formaba el ambiente de cualquier rumba, el que con una señal de sus bellos ojos marcaba a cualquier nena. "Puedes venir, solo tú", me dijo eso último y colgó.
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- ¿Esteban Rodíguez me pregunta usted? -. Hace mucho no lo veo, tal vez unos cinco años, la última vez que lo visité en su casa blanca. Esa vez estaba alegre, pero no se confunda, no era una alegría como la suya o la mía, era una alegría diferente, similar a la neutralidad de todos, aunque no del todo así. Era extraña, ahora no se me ocurre una idea concreta para describírselo. Como le decía, estaba alegre, me ofreció galletas con café y charlamos un poco acerca de nuestros años universitarios, de las mujeres que se había llevado a la cama - que por cierto, fueron muchas -, de lo que estaba haciendo ahora, de sus ideas sobre ese tema que nunca he comprendido, de lo que yo estaba haciendo, que realmente no le llamaba mucho la atención y de otra cantidad de cosas que ahora no recuerdo muy bien. Pensé que seguiría viéndolo sguido, le dejé mi número de teléfono y prometió llamarme tan pronto tuviera un poco de tiempo. Después de 5 años no lo ha hecho.
- Yo lo ví hace menos tiempo que Gabriel, en su cumpleaños, él nunca lo recordaba, pero yo si que si, no lo olvidaba y ese año venía haciendo los preparativos desde hacía varios días. Caía un jueves, lo recuerdo bien, le marqué a su número temprano en la mañana y cuando ya pensé que no iba a contestar levantó el auricular sin gesticular ninguna palabra. "¿Esteban?", "Si, quién habla?", "Sofía, me recuerdas", se quedó de nuevo en silencio. "¿No me recuerdas osito?", "Claro que sí, no he olvidado nada, al contrario". Volvió el silencio, Esteban tenía una voz fría, había perdido ese calor tan natural que lo caracterizaba, con la que a veces me arrullaba mientras yo me dormía en sus brazos luego de hacer el amor. No sabía que decirle, ese tono tan gélido me dejó muda, entre triste y decepcionada. "Amor, sabes que nunca he olvidado tu cumpleaños y quiero pasar este día contigo, para celebrarlo, te compré una torta y una sorpresita que se que te gustará", "Yo tampoco he olvidado que nunca lo olvidabas", "Crees que pueda pasar antes del almuerzo, podemos pedir algo a domicilio o si prefieres yo llevo algo, ¿que te parece? rico, ¿cierto?". Extrañaba al Esteban de antes, aquel hombre alegre, dinámico, coqueto, simpático, el que formaba el ambiente de cualquier rumba, el que con una señal de sus bellos ojos marcaba a cualquier nena. "Puedes venir, solo tú", me dijo eso último y colgó.
Friday, November 13, 2009
Intento 2 ( I )
Debo admitir que la primera vez que lo vi me pareció atractivo. Tenía el pelo corto, ondulado, no cabía duda, sus patillas eran largas, su piel blancuzca y sus ojos alargados, alegres. Su boca era grande, perfecta para su rostro que aunque ya tenía algunas arrugas, no dejaba de ser terso, liso. No llevaba un pelo más allá del de arriba, se veía fresco, como si estuviera recién bañado, su loción era discreta, deliciosa, nada extravagante ni tampoco común. De los catorce hombres que han besado mi sexo, ninguno olía como él, como él esa noche. Pidió un martini, su amigo una cerveza rubia, se sentaron en la barra al frente mío. El amigo era greñudo, con ojeras pronunciadas y no olía a nada, era simple, aunque tenia algunos rasgos que recordaban algo, como vestigios de una belleza anterior, como ruinas de palacios. Gracioso en todo caso, no eran muy acordes, ni sus ropas, ni su rostro, ni su presencia.
A las tres horas se largaron, se veían alegres y no a causa del licor, solo habían tomado un par de tragos cada uno, y antes de llegar no se veían borrachos, ni nada por el estilo. Me dejaron una buena propina, creo que la mejor que había recibido hasta ese día, desde hace más de tres años que trabajo en ese bar. Ya empezaba a extrañarlo tan pronto traspasó la puerta, ya la noche se tornaba aburrida, ya empezaba a vislumbrar el tedio de la llegada a mi casa, del día siguente y de los siguientes días. Y así pasó, no lo volví a ver, esperándolo cada noche arreglada de la mejor manera, con ropa nueva, con maquillaje diferente, insinuante, perfumada de manera tan diferente a como había sido ese día que todos en el bar me miraban raro, con morbo, y otras veces con burla, y otras con curiosidad.
Pero luego todo se acabó, luego cuando pasaron tres meses, me aburrí, me deprimí tremendamente, me enfermé, el poco sentido de mi vida se había agotado esa noche, mis pequeñas esperanzas se habían diluido en sus martinis, mi perfume se había confundido en su loción y nunca más volvieron, como una tonta telenovela, eso pasó esa noche, yo que tanto desprecié esa cursilería, que me casé por casarme,que tenía sexo por placer, con quien fuera y quien pareciera me fuera casi a reventar. Ni un poema había pasado en los últimos años, todo este tiempo había sido como un insulso resumen, con argumentos copiados y fusilados, con frases mal dichas, con abúlicas conquistas. Todo muy práctico, al estilo de los ejecutivos que rondaban la barra que atendía todos los días que abría el bar.
Estaba realmente destrozada, me la pasaba escuchando esa canción que dice "Sol de mi vida, fui un fracasao, y en mi caída, busqué dejarte a un lado, porque te quise tanto, que en mi...", nunca entendía la siguiente parte de la canción por más que parara bolas. Pero no importaba, seguía tarareando y fumando alguno de sus belmont, con total avidez, como su fuera el último del mundo.
escuchando Confesión por Bunbury y Calamaro
A las tres horas se largaron, se veían alegres y no a causa del licor, solo habían tomado un par de tragos cada uno, y antes de llegar no se veían borrachos, ni nada por el estilo. Me dejaron una buena propina, creo que la mejor que había recibido hasta ese día, desde hace más de tres años que trabajo en ese bar. Ya empezaba a extrañarlo tan pronto traspasó la puerta, ya la noche se tornaba aburrida, ya empezaba a vislumbrar el tedio de la llegada a mi casa, del día siguente y de los siguientes días. Y así pasó, no lo volví a ver, esperándolo cada noche arreglada de la mejor manera, con ropa nueva, con maquillaje diferente, insinuante, perfumada de manera tan diferente a como había sido ese día que todos en el bar me miraban raro, con morbo, y otras veces con burla, y otras con curiosidad.
Pero luego todo se acabó, luego cuando pasaron tres meses, me aburrí, me deprimí tremendamente, me enfermé, el poco sentido de mi vida se había agotado esa noche, mis pequeñas esperanzas se habían diluido en sus martinis, mi perfume se había confundido en su loción y nunca más volvieron, como una tonta telenovela, eso pasó esa noche, yo que tanto desprecié esa cursilería, que me casé por casarme,que tenía sexo por placer, con quien fuera y quien pareciera me fuera casi a reventar. Ni un poema había pasado en los últimos años, todo este tiempo había sido como un insulso resumen, con argumentos copiados y fusilados, con frases mal dichas, con abúlicas conquistas. Todo muy práctico, al estilo de los ejecutivos que rondaban la barra que atendía todos los días que abría el bar.
Estaba realmente destrozada, me la pasaba escuchando esa canción que dice "Sol de mi vida, fui un fracasao, y en mi caída, busqué dejarte a un lado, porque te quise tanto, que en mi...", nunca entendía la siguiente parte de la canción por más que parara bolas. Pero no importaba, seguía tarareando y fumando alguno de sus belmont, con total avidez, como su fuera el último del mundo.
escuchando Confesión por Bunbury y Calamaro
Tuesday, November 03, 2009
¿Llamado al activismo?
Dos buenas reflexiones; sencillas, concretas y directas.
nota: cabe anotar que son canciones que ya tienen muchos años de estar presentes...
nota: cabe anotar que son canciones que ya tienen muchos años de estar presentes...
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