En dias pasados había tenido un sueño: Después de levantarme de un pajar me encontraba solo en una celda oscura y húmeda, el silencio reinaba y por entre las rendijas del techo del pasillo la luz del sol entraba hermosamente. Luego, me recostaba de nuevo pero al cabo de unos minutos de somnolencia volvía a pararme del pajar pero ya la luz no era la misma, era roja, tanto como el color de la sangre coagulada, y en el piso, liquido amarillento devoraba las baldosas que momentos antes relucían un blanco puro y cristalino. Sin embargo esto no me aterraba, al contrario, como atraido por una fuerza y locura extraña me quitaba toda la ropa que me cubría (trapos sucios y malolientes) y empezaba a reptar sobre toda esa inmundicia y de vez en cuando sacaba la lengua y la pasaba por la uniones del baldosín, donde los cuajos de sangre se hacían más visibles y grandes. En ese momento llegaban carceleros, extremadamente grandes y con la cabeza flotando sobre sus troncos. Era una visión espántosa, me recogían, me hacía vomitar y depues de lavarme todo el cuerpo me vestían con ropas claras, sotanas que tenían tintes rojos en las mangas, y que se cerraba en la cintura con un cinturón de seda que caía suavemente por los costados. Todo era oscuro y los pasillos tan estrechos que solo cabíamos de a uno y por ende los guardianes me escoltaban tanto adelante como atrás, por todos los lugares que atravesábamos, sin llegar nunca a ninguna estancia en horas y horas de recorridos y con cambios de clima constantes, frios escalofriantes por momentos para luego ser tragados por olas de calor sofocantes y malignas.
Mi lecho estaba cubierto de sudor cuando me desperté y solamente atiné a mirar instintivamente a mi compañero que salía a su turno de guardia de media noche. Sentí miedo,como nunca antes, y la espada que incomodaba el lado derecho de mi cuerpo desde hacía decadas fue mi única y última esperanza ante algo que no conocía, pero que estaba seguro llegaría muy pronto.
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