A Héctor no lo había vuelto a ver hacía mucho tiempo, quizá unos 8 o 10 años. Aunque lo recordaba ya delgado y un poco descuidado, la semana pasada que por casualidad lo vi de lejos, me confirmó que quizá esté en sus últimos momentos de su existencia.
Héctor me decía siempre que no se moría antes porque simplemente su vida no valía un sacrificio tan grande. Su vida era tan pobre y desconsolada que era una estafa hacer ese intercambio en un momento que no era el que estuviera escrito. “M Ud sabe cuantos miles mueren al día en el mundo? Y de esos miles cuantos son realmente relevantes o importantes para el mundo? O si no son así de relevantes para la sociedad en general cuantos lo son para su familia? Un muerto de esos tiene la importancia de ser la raíz o el tallo del árbol social y comunitario al que le dan vida. Cuando desaparecen ese árbol tiende a secarse o cambiar demasiado su estructura. Yo he visto M morir raíces de árbol , tallos, sustentos, elementos vitales. Y también he visto morir hojas, incluso hojas secas que aunque llevan mucho tiempo así les toma tiempo caerse del árbol sin aportar nada en mucho tiempo”. La diferencia entre un árbol que seca su raíz a un árbol que ve como algunas hojas que caen es literalmente su propia supervivencia”. En este punto H se silenció y no dijo nada más esa tarde.