Ayer vi a Matías Perez. Ya está viejo, está más delgado, su barba tiene ya algunas manchas de canas, pero sus ojos aún conservan esa ingenuidad y nobleza que siempre lo han caracterizado. El pelo lo tiene más corto y la ropa le queda algo grande. No se ve bien, sus zapatos viejos y rotos dan fe de que su situación económica está peor que nunca. Imagino que la pandemia dejó en él esa marca insondable que tal vez ya nunca se vaya. Quise acercarme pero P. me lo impidió. Dice que aunque Matías no es un mal sujeto no es bueno que me vean con él. Se ve muy solo, camina lento, más que antes y pareciera que ya no mira algo específico. Matías es la antítesis de la persona actual, o de esa persona que nos quieren vender de cualquier manera, a cualquier precio y por cualquier medio.