Era una alberca gigante la que se encontraba en el patio de mi abuela. Medía algo así como 1 o 2 metros de alto por 1.5 de ancho. Era de cemento y algunas partes el ladrillo que formaba su estructura se veía horriblemente, tal vez por la humedad que en esas zonas había desconchado totalmente la capa de cemento. Realmente era poco lo que podía hacer para subirme encima de ella, al nivel de la ropa que cada sábado mi madre lavaba luego de que llegaba del trabajo. El resto de semana el lavadero estaba vacío, eventualmente mi abuela restregaba algunos trapos o los calzoncillos del abuelo, pero en general casi todos lo ignoraban. Yo en cambio quería estar encima de él todo el tiempo, sentir como si fuera mi fortaleza oculta donde mis soldados de caucho y platico tendrían su hogar y yo mi reino.
Entre tanta insistencia, un día de esos nublados y fríos, mi abuela me subió encima de la alberca y por unos minutos dejó que mi morracos se acercaran al agua que estaba más helada que el aire que corría por el jardín. Pero el aire en general estaba tan densamente frío que mi abue Rosa, a los pocos minutos de estar allí conmigo se envolvió en su ruana color rojizo y con un gran escalofrío corrió hacia la cocina para refugiarse un poco. Me empezó a observar desde la ventana pero al cabo de un rato muy corto me gritó que no me demorara mucho pues el viento podría hacer que mis pulmones asmáticos se congestionaran convirtiendo la noche en una amargura. Tan pronto su rostro se desapareció en la oscuridad de la escalera, cogí al capitán Terrier y dado su heroísmo en misiones anteriores (las galletas y la gata Tomasa fue una gran aventura), esta vez iba a ser el primero en explorar las catacumbas tenebrosas de la alberca. Era algo arriesgado, ni con la linterna del capitán Jack que llevaba siempre conmigo podía ver el fondo. Pero él, con sus ojos impasibles, y su chaleco camuflado rogaban por iniciar la aventura. Lo amarré a una cuerda y poco a poco lo fui bajando por el borde de la alberca. En su primera exploración todo fue bueno, recogió con sus grandes manos de caucho algunas tapas que se me habían ido hace unos meses luego de destapar muy fuerte algunas gaseosas en la fiesta de cumpleaños de mi hermana. Lo solté de nuevo, para iniciar el descenso definitivo, como la primera vez poco a poco se fue sumergiendo, alcanzaba a ver sus botas negras y sus grandes manos que evitaban los pequeños remolinos que se hacían en el extremo derecho de la alberca. Pero luego de un momento a otro no lo volví a sentir, la cuerda había perdido mucho peso, la halé fuertemente para intentar sacarlo yéndome hacia atrás con el impulso que llevaba. No estaba!, el capitán Terrier no estaba en el otro extremo de la cuerda que extrañamente tenía la punta rota, como si hubiera sido arrancada de un mordisco. El reloj marcaba un poco más de las cuatro y el frío se había intensificado demasiado. Se hacía tarde y era necesario rescatar a Terrier antes de que la abuela se despertara y no me dejara estar más en la alberca. ¿qué hacer?. La caña de pescar de mi papá. Esa era una buena idea, pero,¿dónde estaba? La última vez que la había visto fue en el 2001, cuatro años atrás y mi papá el año pasado se había llevado varias cosas a la casa de campo de Tierra Negra. Corrí rápidamente hacia el cuarto de San alejo y efectivamente, estaba totalmente vacío, solo una envoltura de papas estaba en el viejo piso. Me estaba preocupando ahora si, la idea de la caña de pescar se robó media hora de mi valioso tiempo. Definitivamente lo más rápido en ese momento eran mis manos o mis pies, aunque el terror de meter algo de mi cuerpo en ese mundo totalmente desconocido se apoderara de mi imgaunación. Sopesando las dos cosas y siendo lo más dramático posible, prefería quedarme sin pies que sin manos, si era el caso podría caminar en una silla de ruedas, o con muletas, pero, ¿quedar sin manos?, no!, eso era demasiado para mi gusto, mis planes de pianista se irían al suelo, escribir sería algo imposible, comer, cortar con tijeras (claro que nunca cortaba nada!?), pintar….no. Eso no era posible, prefería ser cojo. Me subí de nuevo la lavadero con la butaca que mi abuela había utilizado, me quité lentamente las dos medias rojas que llevaba puesto ese día, me remangué el pantalón hasta un poco más arriba de las rodillas y de un momento a otro empecé a temblar. Tenía miedo, las aguas oscuras de la alberca me aterraban, pero el miedo aún mayo de perder al capitán me empujaba a rescatarlo. Primero metí el pie derecho, si perdía algo que fuera de a uno, es más, si perdía inicialmente uno no arriesgaría el otro. Dedo por dedo, falange por falange, desde el meñique hasta el pulgar, sacando el dedo que ingresaba tan pronto las imágenes aterradoras de fauces gigantes se venían a mi mente. Por fin después de otra media hora terminé metiendo todo el pie y dejándolo allí cual carnada de pescar en completa inmovilidad. Pasaban los minutos y no ocurría nada de nada, no tocaba ni el fondo, ni tampoco sentía alguna señal del capitán. Así que decidí hacer pequeños círculos concéntricos en varias zonas de la alberca, primero por donde había caído e capitán y luego, al no hallar nada, empecé a hacer pequeños corrimientos circulares de 3 centímetros hacía la derecha hasta abarcar la mayor parte del estanque. En cada una de los intentos veía como el pequeño estanque burbujeaba y el color del agua, mas que aclararse se tornaba más oscuro y algunos sedimentos emergían a la superficie cargando papeles, envolturas metalizadas, aros de botellas no retornables, ganchos para colgar ropa, pero por ningún lado alguna señal del capitán. Creo que ese día me tenía que dar a la idea de abandonar a Terry y esperar que el frío de la noche no lo fuera a arruinar.
Monday, June 29, 2009
Thursday, June 25, 2009
Michael Jackson, paz en su tumba
Q.E.P.D
triste coincidencia con mi post # 100 que lo tenía reservado....
escuchando black or white by Michael Jackson
triste coincidencia con mi post # 100 que lo tenía reservado....
escuchando black or white by Michael Jackson
Wednesday, June 17, 2009
Retratos olvidados
No se donde radica mi miedo, ¿temor a ser olvidado?, ¿temor a no ser tenido en cuenta?, ¿temor a pasar desapercibido?. Muchas de mis decisiones han sido consecuencia de estas tres preguntas, algunas buenas, otras malas, otras pésimas. Normalmente te dicen: "nadie es irreemplazable". Ante estas palabras siempre quedo frío, anodado, voy a un museo y muchos cuadros pasan desapercibidos, muchos retratos aunque tengan nombre no son nada, para casi todos son solo rostros olvidados, rostros viejos, que no tienen sentido. Y es entonces cuando veo el valor en el arte y lo que se hace,pero esta percepción poco a poco se viene al suelo cuando veo tantos escribiendo, tantos haciendo música, tantos pintando, tantos haciendo cine. Dicen entonces que los mejores son los que perduran, pero ni siquiera ellos son recordados en años. Y si es así con ellos, ¿qué pasa entonces con nosotros?, ¿acaso alguien leerá esto en un año aparte de su autor suponiendo que puede atribuirsele alguna pincelada artística (ciertamente no la tiene)?.
Este mundo es tan frío y tan solitario, las pocas cosas que amamos y nos aman son tan escazas y tan invisibles, tan momentaneas que se nos escapan de las manos apenas estamos iniciando su comprensión, tan extrañas que no las reconocemos cuando están al lado tuyo y en otras ocasiones no logramos ni siquiera toparnos con ellas. No se si valga la pena todo esto, la cinta negra del destino que cubre nuestros ojos es la única capaz de ver un poco más alla en este tránsito tan denso, en este mundo tan ilógico, tan helado.
escuchando Yann Tiersen y BSO de Goodbye Lennin
Este mundo es tan frío y tan solitario, las pocas cosas que amamos y nos aman son tan escazas y tan invisibles, tan momentaneas que se nos escapan de las manos apenas estamos iniciando su comprensión, tan extrañas que no las reconocemos cuando están al lado tuyo y en otras ocasiones no logramos ni siquiera toparnos con ellas. No se si valga la pena todo esto, la cinta negra del destino que cubre nuestros ojos es la única capaz de ver un poco más alla en este tránsito tan denso, en este mundo tan ilógico, tan helado.
escuchando Yann Tiersen y BSO de Goodbye Lennin
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