Monday, January 17, 2011

Mendreas

Todos estábamos hartos de estar caminando sin sentido y sin encontrar algún indicio de algo, ¿de qué? no sabíamos, pero por lo menos que fuera más que un árbol seco, o una huella de la brisa que nunca se detenía, o las ruinas de un pasado demasiado recóndito. Desde el último ataque donde murió más de la tercera parte de la tropa nuna más había vuelto a ocurrir algo, al comienzo era placentero, el miedo desaparecía y la comida sabía mejor al saber que no estábamos vigilados. Pero poco a poco la rutina nos fue aburriendo, nos fue acabando, implacable como el maldito viento que nunca paraba y nada raro nos ocurría, la comida no faltaba (extrañamente NO se acababa), el cansancio infinito no llegaba, las palabras aún salían de la boca de casi todos, el sol llegaba y se iba normalmente y la lluvia no era tan cruel como temíamos. Rutina, enfermiza rutina que hacía que nos levantáramos todas la mañanas cuando los pajaros terminaban su canto matutino, hiciéramos el desayuno y lo comiéramos de manera normal, sin sobresaltos, caminaramos llevados por la incercia, almorzaramos con algo de hambre porque debíamos hacerlos y así todo, de la noche a la mañana, de la madrugada al ocaso, año a año, como planeado por alguien que no conocíamos. Pero un día alguien se levantó y decidió parar mientras todos caminábamos. Mendreas se llamaba aquel sujeto que yo no conocía muy bien, pero que ese día partió la compañía en dos, o no se, tal vez no en dos, en muchos pedazos, lo que cada uno de nosotros representábamos.