Monday, January 25, 2010

Thursday, January 21, 2010

Una cuota del préstamo I

Gabriel Gómez, desempleado, auxiliar contable, tímido, noble, humilde y trabajador. No tiene dotes de empresario, pero aún así es responsable con lo que hace. Tiene sueños y muchos contradiciendo a aquellos que dicen que los únicos que tienen sueños son los empresarios y los generadores de una idea o negocio. Es la falacia más grande que se puedan haber inventado los cazadores de "exitosos".

Enrique Martínez, vecino de Gabriel, en realidad vecino solo porque es dueño del apartamento que queda al lado del que Gabriel toma en arriendo con la señora Hernández. Ese apartamento, el de Enrique, es uno de los quince apartamentos que tiene en arriendo, aunque podría sumarse también en el que el vive, pues paradójicamente no es del él, dice que es mucho más rentable tomar en arriendo un apartamento que comprar uno, y que ojalá ese apartamento no sea en un sector tan costoso, algo como de estrato cinco, para que los servicios llegan económicos.

Gabriel está desempleado desde hace poco más de seis meses, trabajaba en la misma empresa en donde labora Enrique, no lo vio jamás allí pues él, desde las 7 de la mañana que llegaba a la ofcina hasta las 6 de la tarde que salía, vivía entre torres de papeles y facturas que debía mecanografiar en el teclado del computador. Ya era un experto haciendo aquello, tenía contabilizado cuanto demoraba pasando una factura formato 385, que eran el 90 por ciento de sus trabajo, y los recibos 418,521 y 568 que eran el otro 10 por ciento.

Enrique es un Gerente de Proyectos, tiene 35 años, es guapo, usa perfume Hug Boss en especial Element y Dark Blue, pero a veces le gusta bañarse con la Paco Rabanne Black XS . Sus zapatos son semipuntudos, última tendencia, traídos directamente de Italia, Roma. Vestido y corbata Luigi y mancornas Mont Blanc. Impecable, huele extremadamente bien, llama tanto la atención que alguna vez un cliente,mujer, dueña de una empresa de diseño, le propuso que hiciera parte de los modelos de la última colección que ella había lanzado. Se negó en esa ocasión, aduciendo timidez, cuando en realidad su egocentrismo lo obligaba a negarse, para que pareciera humilde, sencillo, estrategia ésta que había aprendido de Sofía. En la noche del día de la propuesta ya tenía a la diseñadora de piernas abiertas en el Hotel Ático de Usaquén.


Wednesday, January 20, 2010

20-01-2010

Esta espera se vuelve tan angustiosa y larga como la del Coronel, esperando algunas letras, buscando por cualquier sitio, pero con la poca fortuna de encontrarlo. ¿que esperanza se puede tener cuando ya ella ha desistido de buscarme?

Wednesday, January 13, 2010

49 I

Recuerdo esa noche perfectamente, como pocas de esas en las que llegaba tarde a mi preciado sitio, casi de madrugada. Había salido de una tertulia a las que solía asistir una vez cada dos semanas, allí tomé algunas cervezas que complementé con tres tragos de tequila. Todo estaba tranquilo, en un ambiente relajado, intelectual, interesante diríase, la compañía era buena, los hablantes excelentes y el licor ya iniciaba su efecto. Fumé algunos cigarrilos y luego salimos como a eso de las 10 u 11 de la noche, no sin antes cortejar frente al dueño de la librería a su propia esposa, casi 20 años mayor que yo, pero que por su escote parecía que tuviera un par de tetas de adolescente de 18.

Los demás se iban a sus respectivas casas pues al otro día había que trabajar, cosa que para mi no era preocupación pues ya llevaba algo así como 4 meses desempleado. Pero cuando vieron mis intenciones estúpidas de seguir caminando por las calles oscuras de la macarena, me empujaron a la fuerza dentro de un taxi, junto a ellos. Allí nos vaciamos los úlitmos tragos de cerveza antes de que yo les dijera que me dejaran a unas cuantas cuadras de mi casa. "No pasa nada, estoy cerca". Me creyeron. Apenas se alejaron le saqué la mano a un taxi y sin pensarlo le dije, "A la 49 con 13 por favor". Se me hizo que el chofer me guiñó el ojo por el retrovisor y asi lo confirmé luego pues cuando le dije que solo tenia nueve mil pesos apagó el taxímetro y me dijo, no hay problema, con una sonrisita socarrona.

Llegamos en diez minutos, diez minutos cortos, teniendo en cuenta que iba demasiado excitado y alegre de poder volver a mis antiguos aposentos. Pagué, me bajé e inmediátamente me abordaron dos meseros. Estaban impecables, con sus trajes negros, de corte clásico, corbata oscura sobre la camisa blanca y zapatos negros bien lustrados. "Me pueden llamar a Aldemar por favor". Se resistían a mi pedido, me decían que ellos eran Aldemar, que me tenían una mesa muy comoda y privada y unas niñas envidiables. Todo era la propina. Aldemar llegó, me sonrió ampliamente, como dos viejos amigos, y con sus dos brazos despejó el camino de los imprudentes meseros tras lo cual me abrazó y me invitó a seguir a la zona exclusiva, una zona que yo ya conocía muy bien, pues él casi desde la segunda vez que fui, me ofreció de manera sencilla.

-A quién buscas en especial. ¿Samanta?

Samanta, una chica alta, de grandes senos y unas caderas inmensas, pelo liso negro hasta la cintura, rostro hermoso, de muñeca, de labios estridentes, ojos negros glotones, incitadores, fue la primera mujer que conocí allí. Esa noche también conocí a Aldemar y aunque no me invitó a la zona exlusiva si me llevó al segundo piso que estaba semivacío, y que gracias a mi generosa propina, complementó presentándome sendas mujeres, primero rubias y luego pelinegras, entre quienes estaba Samanta.

-No, hoy no. No se, llévame allí y ahí miramos -. Sonrió, ampliamente como siempre y seguimos en rumbo hacia el sótano, donde estaba la zona exclusiva, La Fonda.

En el océano de las desesperanzas

A veces las cartas parecen ser lanzadas como botellas al océano, con mensajes que el agua que se filtra borra, haciendo que su redacción tan sufrida y llena de esperanzas se convierta en una nada, en un papel manchado, y en ese orden, una acción que pierde todo su buen sentido.

Maldita Literatura

Literatura maldita, como una droga, como un vicio, me has aislado, ya no soy nadie, soy tan transparente como los que meten coca, gancha y heroina, estoy solo en esta sórdida vida, enganchado a mundos que no existem, enamorado de mujeres que son solo letras y palabras en ciudades invisibles, un estorbo en esta sociedad práctica.

Y como un vicio es imposible dejarte, como te odio pero te necesito, como transformaste un chico promisorio en un ser problemático, errabundo, sin sueños realizables, sin futuro, quejumbroso y pesimista.

Así como aquel que quería convertirse en alcohol yo querría convertirme en palabras, en uno de ellos que viera a Alejandra mirando desde su balcón o quizá ese otro que se confundiera entre las ramas del bosque. Pero no es así, tengo que vivir arrastrado en las calles del cartucho de los libros, arropado no por papel periódico sino por nombres de autores muertos y épocas lejanas e inalcanzables.